Cultivar la empatía es un proceso necesario ya que esta capacidad es aprendida, quiero decir que no nacemos naturalmente empático.

La autora Karla McLaren identifica 6 niveles de empatía, cada cual necesita ser desarrollado para poder llegar a comprender realmente la vivencia ajena, sin dejarnos manipular ni invadir por ella aun pudiendo ayudar y ofrecer sostén y apoyo.

Lo vamos viendo brevemente, para que cada uno pueda reflexionar sobre la calidad de las interacciones que mantenemos en la vida.

Un primer nivel es lo que podríamos definir  de “contaminación emocional”. En este estadio, inconsciente y primario, absorbemos las emociones ajenas como si fuésemos esponjas. El riesgo está vinculado propio a esta capacidad inconsciente de empaparnos de las tonalidades emocionales de los otros, ya que es posible que nos sentamos invadido y vencidos por ellas a nuestro pesar. Desarrollar una buena consciencia emocional ayuda, ya que nos permite detectar las emociones que habitan en nosotros, propias o asumidas por “contaminación”.

En un nivel sucesivo, íntimamente relacionado con el desarrollo del primero, encontramos lo que se define la precisión emocional. En este nivel se evidencia la capacidad de identificar y entender las emociones, pensamientos e intencionalidad del otro.

La regulación emocional Implica la capacidad de entender, gestionar y trabajar con las emociones ajenas y propias, para no ser vencido o dominado por ellas. Una vez reconocidas y entendida sé cómo poderla expresar y modular.

Para seguir avanzando en el desarrollo de nuestra capacidad empática es necesario ahora poderse poner en los zapatos del otro. Este proceso se diferencia mucho del hacerse contagiar por la emoción del otro, ya que se trata de entender la naturaleza de sus emociones para poder entender las necesidades, expectativas, intenciones y miedos del otro. Este cambio de perspectiva implica lo que podríamos definir como una empatía “cognitiva”

El nivel siguiente se relaciona con la posibilidad de preocuparse por los demás. O más bien la capacidad de cuidado que se activa favorecida por la empatía. En este sentido no es tanto una pre-ocupación, sino una ocupación consciente. El cuidar sin descuidar de uno mismo. Una actitud que concierne más el preservar el interés y la fascinación hacia el otro, el desarrollar nuestra capacidad de compasión.

En el nivel más completo encontramos la implicación intuitiva que podemos definir como la capacidad de actuar conformemente al haber entrado en resonancia empática con el otro. No únicamente puedo entenderle sino me siento libre de elegir como ayudarlo según lo que el manifiesta necesitar.

Para concluir este breve comentario sobre la empatía quiero decir algo respecto a la compasión, término que evoca en alguien ideas religiosas pero que tiene más bien a qué ver con el buen vivir.

Para mostrar compasión con los demás es necesario mostrarla primero hacia uno mismo. Si estamos continuamente juzgándonos y reprochándonos estamos elevando barreras a nuestro alrededor. Nos sentimos menos y esto de alguna forma marca una separación (pasa lo mismo cuando nos creemos “mas” y vamos juzgando y criticando los otros). Cultivar el sentimiento de la separación es el opuesto de cultivar lo de la conexión con el otro, cimento de la compasión.

Para avanzar en la (auto)compasión recuerda desarrollar:

  • (auto)-gentileza. Presta atención a cómo te diriges a ti mismo y a los demás, cuida tus palabras y pensamientos como si estuvieses hablando con tu más querido y apreciado amigo.
  • Todos somos mortales, vulnerables e imperfectos. No hay porque aislarse creyendo ser los únicos que se equivocan o sufren (o a revés pensar ser los únicos que no lo hacen)
  • Practica la atención plena. Aprender a observar desde la distancia, con abertura y transparencia nos ayuda a ganar una perspectiva más amplia y equilibrada. En este espacio es posible el encuentro enriquecedor entre las diferentes “realidades” de las que somos portadores.

 

Dicho esto, hay material para practicar y seguir avanzando 🙂