Que pasa cuando el miedo bloquea nuestro fluir? Cuando creencias irracionales limitan nuestro actuar, haciéndonos creer que esa que nos contamos es la única realidad posible?
Un historia sencilla que poéticamente cuenta mucho más de lo que superficialmente aparenta.
Hablándonos de nuestras dinámicas humanas. De los límites que nos ponemos y de las historias que nos contamos para justificar la falta de confianza en nosotros mismo.
Kirikú es un niño que confía, en su sentir y en su querer.
No siempre tiene un plan, eso es algo que simplemente se manifiesta en el camino la mayoría de las veces.
Pero siempre es atento. Observa y se hace preguntas. Reflexiona. Y actúa.
No se queda mirando, ni acepta como válido todo lo que le cuentan.
Esa actitud le permite pasar la montaña del miedo y poder acceder a una fuente de sabiduría más antigua.
El también tiene su disillusioned, le gustaría jugar con los otros niños y que su diferencias no fuesen razón de exclusión. También se cansa a veces y necesita cobijo..
Pero no deja que estas sensaciones se vuelva lastres, que lo retengan.
Kirikú puede representar nuestro Yo superior, nuestra capacidad de perseguir nuestro camino.
Kirikú es pequeño, pero quizás sea esta diferencia exterior, ese aparente desventaja, la que le permite actuar a otro nivel.
El despertar de nuestra conciencia a veces se aparenta a un niño pequeño. Pequeño y aparentemente débil frente la grandeza de nuestro ego, fuerte y armado como los hombres guerreros de la aldea. Pero la grandeza física y las lanzas no sirven para vencer el miedo. Será solo la intención de ir más allá de los lugares que asustan para llegar al entendimiento de la origen del mal que permitirá solucionar el conflicto.
Y transformar lo que antes aterrorizaba en una fiel y amada compaña, abriendo camino a un nuevo desarrollo posible.
Película recomendable, para todas las edades. Puedes verla aquí.