Os ha ocurrido a veces de sentiros completamente llevado por la emoción?  O de asistir a como alguien venía casi “raptado” por un estado emocional, perdiendo momentáneamente el control sobre las respuesta fisiológica de su cuerpo, sus palabras y actos?

Es experiencia humana la fuerza y influencia de las emociones en nuestra vida, el reconocimiento de que juegan un papel fundamental en ella interviniendo en la relación entre aspectos internos y externos a la persona.

La observación, identificación y la capacidad de manejo de las emociones son factores fundamentales de la denominada Inteligencia Emocional  (Salovey y Mayer, 1990), cuyo desarrollo resulta ser clave en nuestro bienestar.

Conocer un poco màs el funcionamiento de este maravilloso mecanismo de conexión y comunicaciòn intrapersonal nos permite entender porque nuestra emociones son un precioso aliado en el camino del autoconocimiento y en la promoción de nuestra salud.

Las emociones tienen su raíz en la conexión entre cuerpo – mente, a través de los sistemas rhínico, límbico o supra límbico.

Estos sistemas controlan todo lo que pasa dentro del cuerpo:

respiración, temperatura, flujos de sangre, oxígeno, linfa, hormonas y químicas, digestión, y los movimientos autonómicos dentro del cuerpo para mantener la salud y la satisfacción de las necesidades básicas.

La totalidad de estas actividades ocurre en el cuerpo a pesar de nuestra intenciòn, deseo, sentir.

Quiero decir, todas las informaciones contenida en cada instante vivido viene procesada a nivel inconsciente. Para evitar que inventemos estos procesos de nuevo con cada llegada de información, la materia gris del cerebro (corteza) empieza conectar las neuronas para crear patrones del “yo”, “otros” y el “mundo”, entre otros.

Con este aprendizaje se desarrollan atajos para ahorrar tiempo y energía liberando la atención para la exploración de nuevos aspectos.

Las experiencias vividas crean por lo tanto “autovías neuronales” que inconscientemente se convierten en parte integrante de la persona.

La personalidad y la historia de cada uno se va de ese modo “concretando” en el cuerpo-mente: en las conexiones neuronales; en diferentes lugares del cuerpo (nuestra pelvis, articulaciones, piel, etc.) y en la adquisición de determinadas “posturas” tanto físicas como mentales.

Cuando uno o varios elementos piden la atención total del cuerpo-mente hacia una acción global este movimiento interno inconsciente se convierte en emoción. Es un puente entre interno y externo, que nos permite canalizar nuestra atención, consciencia y enderezar nuestras acciones.

Precursoras del sentimiento, la emociones disponen el individuo para la acción en base a tres sistemas de respuesta: cognitivo/subjetivo, conductual/expresivo y fisiológico/adaptativo.

Independientemente de la cualidad hedónica (agrado-desagrado) que genera, la experiencia multidimensional de la emociòn siempre veicula alguna función que responde al fin de activarnos para la satisfacciòn de nuestra necesidades, confiriendoles sentido y utilidad.

Incluido las emociones más desagradables por ejemplo tienen funciones importantes en la adaptación social y el ajuste personal.

Además de una función adaptativa, las emociones presentan una función social-relacional y una motivaciònal resultando fundamentales para movilizar una gran cantidad de recursos no sólo personales; también resultan ser claves para movilizarlos en otras personas.

Los importantes cambios en el rostro, postura, tono de voz, gestos, olor, imágenes y pensamientos que acompañan la emoción están dirigidos a entender, comunicar y movilizar la atención nuestra y del otro en busca de aliados en la satisfacción de necesidades.

¿Porque entonces es tan difícil a veces entender las respuestas emocionales ajenas, o la nuestra?

Porque la forma en la que recibimos la información, la evaluamos y respondemos son características de cada persona.

Por ejemplo algunas personas ven imágenes, otras escuchan palabras, otras perciben sensorialmente, o piensan en relaciones interpersonales, o se centran en sonidos, ritmos y armonías, otras ven todo relacionado con la naturaleza,…. estas diferencias constituyen los estilos de inteligencia (Gardner 1985).

Parecido a lo de las “autovías neuronales” automatizadas, estos aspectos son peculiares por cada historia de vida.

La estructura corporal (neuronas, pelvis, espalda, cara,…) nos proporciona un marco desde lo que cada individuo organiza sus propias metáforas, las que nos descubren la vía para encontrar el significado de una experiencia personal.

Aquello que emerge a la consciencia constituye un resúmenes simbólicos de las evaluaciones más importantes en cada momento, así como de los impulsos hacia acciones en el mundo.

Re-conocer nuestra estructura interna, lo que otorga energía a las emociones y cómo estas confluyen en la Expresión, nos permite instaurar un diálogo intrapersonal ofreciendo acceso a la armonización y transformación interior.

La Psicoterapia Expresiva se ofrece en este contexto como la oportunidad de encontrar y observar lo que ocurre a nivel inconsciente y en el espacio transaccional entre el individuo y su entorno.

El proceso creativo, nuestra

de expresarnos, es acogido y observado (en un espacio confidencial y seguro) para poder acceder a los significados simbólicos inconscientes y a las respuestas automáticas generadas. Para acompañarnos en el desarrollo personal y brindar la posibilidad de transformación.