En estos días unos de los vocablos que mas he oído pronunciar ha sido “ayudar”.
Desde el principio he sentido remontar la esperanza que esta situación sea una oportunidad para el florecer de la solidaridad y de la compasión.
Estoy segura que la mayoría de las personas que se han activado y siguen activándose sean guiadas por la intención de favorecer el bienestar del otro; el deseo de poder contribuir para que se presenten las condiciones necesarias para que así sea.
Por esto estas iniciativas tienen mi agradecimiento y estima.
Aun así, en otras ocasiones he tenido la sensación que la motivación de fondo fuese otra. Por amor al ampliar nuestra perspectiva y al pensamiento critico y creativo, creo sea útil compartir esta reflexión. Lo hago con el deseo que pueda ser el inicio de reflexiones personales y compartidas.
Ocasión para pararnos a observar la motivación subyacente a nuestras acciones.
Las palabras tienen mucho poder y es necesario conocer el significado profundo de ellas si queremos usarla con sabiduría.
Nuestro lenguaje forma nuestras vidas y hechiza nuestro pensamiento.(Albert Einstein)
Así que hoy he decidido escribir este post para reflexionar juntos sobre la diferencia, fundamental a mi parecer, que hay entre AYUDAR y SERVIR al próximo.
Las palabras no son una simple mezcla de letras, sino producen efectos profundos en nuestros pensamientos, sentimientos y actos.
El lenguaje que elegimos trasmite emociones y planta las semillas de futuros pensamientos que, si regados con la cantidad suficiente de atención, se transforman en creencias, se convierten en actos y dan formas a estilos relacionales y aspectos caracteriales.
La situación en la que estamos viviendo visibiliza la vulnerabilidad ontológica del ser Humano.
Conocer y elegir con consciencia el dialogo interno, aquel que sostiene y promueve nuestra actitud y nuestras acciones, equivale entonces a apostar por propia salud y comprometerse activamente con ella.
Hay mucho para hacer, esto es cierto. Tenemos mucho para aportar a nuestra sociedad. Y muchas son las formas en la que se puede promover y sostener la salud individual y colectiva.
Pero, también hay que ser consciente que nuestros actos pueden condicionar de una forma inesperada la posibilidad de respuesta saludable del otro.
Hay un dicho que recita mas o menos «el camino hacia el infierno está lleno de buenas intenciones». Quizas esta forma de tramandar sabidurias popolares nos invite a prestar atencion a como damos forma a nuestra intenciones, cual son los actos que la visibilizan.
En este sentido un primer acto que podemos identificar cuando empezamos a concretizar una intención puede ser la forma en la que hablamos de ella.
Por ejemplo, ¿que presupone la palabra AYUDAR?
Este termino viene desde el latino y su significado tiene diferentes matices que espacian desde la cooperación, la colaboración, el apoyo hasta el auxilio y socorro. Pero el significado literal de un termino no siempre coincide completamente con el significado que cada uno atribuye interiormente al mismo concepto. Entonces quizás serìa mas útil preguntarnos que significa para cada uno dar o recibir ayuda.
¿Desde que vértice miro quien ayuda y quien recibe ayuda?
¿Como me coloco respeto a quien pide ayuda y que moviliza en mi el pedir y el recibir ayuda?
¿Que palabras, pensamientos y creencias sostienen la actividad de ayuda realizada?
Como profesional de la salud considero que si elijo dedicar un tiempo para acompañar el otro en su vivencia debería necesariamente dedicar un tiempo a indagar las motivaciones que sostienen mi elección.
La pregunta inicial podría ser algo como: “Cual es la razón que me motiva en acompañar el otro en este momento presente?”
Desde allí os invito a tirar del hilo, o sea a no conformarse con la primera respuesta que brota. Sino ir profundizando.
Las verdades profundas no suelen encontrarse en las primeras capas. Requieren ir un poquito mas allá de lo que se presenta por primero.
Por ejemplo, en algunos casos la respuesta podría ser: “Es algo que me nutre”. «Me hace sentir bien».
Ambas son buenas respuestas. Pero no son completas. Son una primera capa.
Acompañar otra persona en propia vivencia despierta y vivifica las mismas áreas en uno mismo. Nos pone delante de los ojos las mismas vulnerabilidades, y visibiliza la relación que tenemos con los conceptos claves implicados en lo que estamos acompañando.
Por esto se dice, y en mi experiencia lo confirmo y creo con seguridad, que podemos acompañar de una forma saludable y consciente solo en territorios donde hemos transitado.
Esto no significa que tengo que haber pasado literalmente por las misma experiencias vitales, pero si significa que tengo que haber indagado y reflexionado con atención como me coloco y como me relaciono delante de la experiencia y de todo lo que ella mueve en mi.
Respeto al ayudar entonces quizás podríamos seguir investigando preguntándonos : ¿que parte de mi se siente nutrida en esta labor?;¿Desde donde nace esta llamada a nutrir esta parte?; ¿como describiría esta parte de mi? ¿que deseo alcanzar?
No hay respuestas correctas por estas preguntas, solo es la invitación a observarnos con honestidad. Permitiendo que nuestras verdades afloren por si misma, creando espacio para que esto ocurra.
Es desde allí que el contacto con el otro puede ser autentico, y este es pre-requisito para que la relación sane o para que la relación pueda funcionar como el marco que cuida y sostiene la sanación posible.
Hoy en día hay muchas personas que tienen conocimientos generales (y en algunos casos especificos) de psicología. Esto es real, y tiene aspectos muy positivo. Conocer la mente es de ayuda para entender su funcionamiento, puede ayudarnos en rebajar la preocupación respeto a algunos estados mentales por ejemplo. Tambien puede sugerirnos herramientas, esta es una ventaja.
Pero hay situaciones donde el conocimiento teórico no es sostenido por un conocimiento practico, no hay experiencia de lo que estoy hablando, no hay una observación de esto en mi persona, mi una investigación o una reflexión relacionada con esto. De forma que mis conocimientos se traducen en algo estéril, vacìo.
Lamentablemente a veces uso estos conocimientos para inflar la imagen que muestro a los demás, lo que en italiano se llamaría «specchietto per allodole» o sea un engaño, aun a veces sea puesto en acto sin la intención de engañar.
Muestro controlar la situación, me propongo como guía, ofrezco consejos y señalo caminos. A veces espero a cambio algo, aun sea agradecimiento. O ver reconocido nuestro rol de “salvador”.
Me acuerdo, de verdad con mucho cariño, de un episodio que ocurrió hace varios años. Me encontré con una amiga. Estaba bastante enfadada. La pareja le había dejado. En realidad la relación, por lo que yo sabia, era bastante enfermiza. Él tenia el vicio de beber desde antes que se conocieran y mi amiga había luchado largamente para «rescatarlo», tal como lo relataba ella. Por fin, después de unos tiempos muy duros para la pareja él había cambiado el rumbo. Había dejado de beber, había encontrado trabajo y su carácter había evolucionado positivamente. Fue al cabo de poco que se rompió la relación. Cuando encontré mi amiga me sorprendió mucho la razón de su enfado. Màs o menos lo contaba de esta forma: «Después de todo lo que hice por él. Toda la ayuda. Toda la comprensión y el cariño. Todo este tiempo en el que YO le he ayudado. Ahora, se marcha. Y ni siguiera me lo agradece!!! Y sabes que? seguro que encontrará otra mujer, y lo merecido de mi trabajo irán a ella».
Por esto pregunto: ¿de donde brota tu deseo de ayudar? ¿esperas algo a cambio?
A veces el ayudar oculta vivencias de carencia, personal o proyectada en el otro. Ayudar entonces es la forma a través de la cual siento poder revindicar mi posición, mi derecho a ser. En otro caso ayudar es una forma sutil a través de la cual me posiciono en un nivel superior al otro. Modalidades para alimentar el EGO.
Te ayudo porque solo no puedes. Te ayudo porque eres incapaz de hacerlo por tu cuenta, porque eres mas débil. Relaciones detrás de las cuales hasta se podría detectar un abuso de poder (aun a veces pueda ser poco consciente).
En estos casos será posible que en la observación de lo que pruebo hacia el otro encontraré sentimientos relacionados con la pena o lastima.
Sentir pena o lástima por alguien es realmente un ataque, ya que se funda y fortalece la idea de que la persona es víctima y no cuenta con los recursos suficientes para enfrentar su situación.
No se si conocéis el triangulo dramático de Karpman. Sintéticamente, es un modelo que ilustra una dinámica relacional recurrente y potencialmente presente en todos los ámbitos vitales. En las relaciones interpersonales podemos caer en el mecanismo enfermizo de la asunción de unos de los estados del yo identificado por S. Karpman, asumiendo el rol de la victima, del perseguidor o del salvador.
Cada uno de estos estados, sin excepción representa una limitación en nuestro desarrollo y un potencial peligro para la salud nuestra y de la personas con la que estamos en relación.
En este caso quien ayuda se propone como el dispensador de tales recursos, colocándose en una posición superior y generando implícitamente un adeudo.
Tambien en lugar de promover el desarrollo del otro le ofrece implicitamente una imagen “rota”, incapaz, insuficiente para el cuidado de si mismo.
Una relación que sostenga el desarrollo del otro es otra cosa. Se funda en la empatía y en la compasión, no en la lastima o la pena. Es una relación paritaria, entre iguales y no la muestra de la superioridad de una parte sobre la otra (aun la primera se muestre amable y bien dispuesta hacia la segunda).
Quiero hacer un inciso, ya que la palabra compasión para muchas personas tiene una connotación religiosa. Este es un malentendido.Según su etimología la compasión es un sentimiento humano que se manifiesta desde el contacto y la comprensión del sufrimiento de otro ser. Es algo mas intenso y profundo que la empatía, ya que es el reconocimiento y la unión en el sufrimiento del otro que desarrolla el deseo y la acción del suavizar, reducir o eliminar la situación que produce sufrimiento.
“La compasion es saber conectarte con los sentimientos del otro teniendo muy claro que cada uno vive las experiencias que necesita y que tiene la capacidad para salir adelante y fortalecido”.Annette Manautou
Lo que propongo a todas la personas que en este momento están mirando con compasión al sufrimiento propio y ajeno es de valorar la posibilidad de sostituir la palabra ayudar por la palabra SERVIR.
Cuando servimos no interferimos en lo que el otro puede hacer para si mismo haciéndolo para él/ella en un exceso de “buensamaritarismo”, al contrario le brindamos el apoyo y la información necesaria para que la persona misma pueda solucionar alguna situación de su vida.
Permitimos que cada quien asuma la centralidad en su vida, que reconozca la importancia de comprometerse con propia salud y crecimiento, que transite en las experiencias necesarias para propio aprendizaje.
Esto no significa no estar cerca, al contrario. Estaremos presentes. Ofreceremos consuelo, atención amable y compasiva. Ofreceremos el sostén necesario para que se den las condiciones de crecimiento, de aprendizaje, de experimentación creativa.
Acompañaremos, según el significado profundo de este termino que viene del latino “cum-panis”. O sea, comer el mismo pan juntos, sentado en la misma mesa. Quiere decir que estoy dispuesto a “comer” con el otro las emociones, las preocupaciones, las esperanzas, el sentir lo que esta viviendo.
Es por esto que servir y acompañar son artes a desarrollar.
Se trata de aprender a compartir camino, cada uno con sus propias piernas y en la medida que le sea posible.
Acompañar siempre se refiere a relaciones de igualdad y reciprocidad dentro de las diferencias. Siempre hace un fuerte llamado a la LIBERTAD y a la DIGNIDAD.
Nunca se asocia, ni deberia de asociarse, a relaciones de dominación por sutiles o inconscientes que sean.
Acompañar es compartir, nutriéndose reciproca y permanentemente, es un proceso bilateral. Donde cada cual aprende lo que le corresponde y puede aprender en aquel momento.
El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman
Carl Gustav Jung
Un encuentro autentico con el otro nos trasformará profundamente. Porque en este encuentro ambos estaremos tocado en las mismas áreas. Entramos en resonancias, nos reflejamos uno en el otro. Es por esto que es importante conocer por ejemplo como estoy en conexión con mi vulnerabilidad si elijo relacionarme con quien sufre debido a propia vulnerabilidad.
“Desde el punto de vista de la pedagogía de la presencia y de la reciprocidad, (acompañar) es entendido como una interacción en la que dos presencias se revelan mutuamente, aceptándose y comunicándose, una a la otra, una nueva consistencia, un nuevo contenido, una nueva forma, sin que, para esto, la originalidad inherente a cada una sea mínimamente puesta en tela de juicio.”
A. GOMES DA COSTA “Pedagogía de la Presencia”
Recordemos que todos somos iguales a pesar de nuestra aparente diversidad y sirvamos a nuestro prójimo desde el reconocimiento de este terreno común y compartido que es nuestra humanidad.
Publio Terencio Africano decía: «Homo sum, humani nihil a me alienum puto» que significa «Hombre soy, nada humano me es ajeno»
Aqui te dejo un poema, de Raquel Naomi Ramen, que he encontrado en la red y que me inspirado en la escritura del presente post.
Estar con el otro desde mi propia experiencia