En un tiempo donde estamos físicamente alejados desde amigos, familiares y el entorno que hasta hace poco formaba nuestra cotidianidad, las llamadas y la conexión permitidas por la tecnología nos ofrece una dimensión diferente de estar con el otro

En estos dias las videollamadas, el teletrabajo, las reuniones y las consultas telefónicas entran en nuestras casa. Y, quizas por primera vez, nuestra mirada puede encontrar objetos, colores y aspecto de la organizacion personal de compañeros, colegas, clientes, alumnos.

Somos invitados a abrir y abrirnos al espacio intimo de nuestros lugares seguros, a compartir miradas sobre lo que nos acoge y contiene.

encontrarse en un espacio definido, limitado, virtual puede abrirnos a nuevas perspectivas

Ofreciéndonos a la vez una perspectiva diferente y visibilizando el cambio y la ausencia.

La reducción de la forma de conectar nos invita ad abrirnos a formas distintas de vivir la relación, a reorganizarnos redibujando la geografía de nuestro mundo relacional. Identificando «los puertos seguros» donde podemos atracar, evidenciando los espacios donde sentimos la relajación y permitiendo que nos demos cuenta de los territorios mas áridos y espinosos.

Es un movimiento importante, que no pasa in-observado al mundo interior. Mientras externamente hacemos videollamadas y abrimos las portas virtuales para entrar y dejar entrar, a nivel mas profundo se produce la misma llamada.

Es la invitación a mirar hacia dentro. A profundizar en propio sentir, escuchando desde otra postura, entrando en contacto con todo lo que hay. Pillándo nuestra experiencia allí tal y como es: en zapatilla y pijama quizás, con el pelo sin planchar y sin maquillaje. Encontrando nuestra verdad tal y como es, tal y como vibra en mi cuerpo. Descubriéndonos en nuestra esencia, momento tras momento. Con toda la gama de emociones, sensaciones y pensamientos que le hacen de escenario.

Es en el espacio intimo con uno mismo que encontramos la verdad, tal y como se presenta, con sus aspectos alegres y sus soledades, su calma y sus turbulencias.

No, no siempre es agradable. Hay momentos en lo que vivimos angustias, miedos, ansiedad, tristeza.

Pero es el reconocimiento de lo que hay en mi, esta vulnerabilidad al dolor y al sufrimientos, que me permite establecer el contacto: con el otro y con la «otreidad» que hay en mi. Esta parte escondida, a veces rechazada, esta parte sombría y mojada por lagrimas, expresadas o calladas.

Acercarnos con honestidad a los aspectos nublados, oscuros de nuestras experiencia no es inmediato. Requiere Determinación, Paciencia y Amor.

Para no escaparnos a través de mecanismos de evitación (cada uno tiene sus favoritos: volcarse completamente en el trabajo, en el cuidado, anublarse con series televisivas, con comida o sustancias, etc.), para no perdernos en auto conmiseración o machacarnos con juicios improductivos y des-dignificantes. Confiando. Abriéndonos a esta experiencia, alcanzando una conexión mas profunda, autentica y humana.

La honestidad de este entrar en relación con uno mismo marcará el camino para la conexión con el otro. Porque es desde la abertura a mi espacio interior que puedo abrirme a la conexión autentica con el otro. Aceptándolos tal y como es, al par de que acepto mi persona (y eligiendo como modular la distancia para que este contacto no sea dañino).

Amar a lo demás, amar a uno mismo y al planeta es reconectar con la esencia que compartimos, al par del suelo, del agua, del aire que nos sostienen de la misma forma a todos.

Sentir la unión en el tiempo del confinamiento, cultivar la capacidad de amar, ser compasivos, ser presente hacia lo demás es la oportunidad que nos ofrecen estos días.

En tiempos de confinamiento es importante podamos estar presente a lo que se produce en nosotros en relación con lo que estamos viviendo, este alejamiento que dibuja la geografía de la ausencia y de la presencia y que permite encontrar otro sentido y atribuir diferentes valores a la relación, en todo lo que se manifiesta.

La sombra es un fruto madurado a destiempo.
Si se lo aprieta, suele soltar el jugo de la luz,
pero puede también manchar las manos para siempre.

Hay que vivir la sombra como un fruto,
pero vivirla desde adentro,
como se vive la propia voz.

Y hay que salir de ella gota a gota
o palabra a palabra,
hasta volverse luz sin darse cuenta.

El día de los hombres no es un juego.
El día de los hombres está hecho
de algo que sólo empieza con la luz.

Roberto Juarroz